NUEVA GENERACIÓN DE RESPONSABILIDAD SOCIAL CORPORATIVA EN RD
Hace algunos años tuve la oportunidad de reunirme con la división de Responsabilidad Social Corporativa (RSC) de una multinacional que opera en el país. Me llevé gratas sorpresas de aquel encuentro, aunque pudieron ser aún más gratas. Me explico a continuación.
Según me contó el equipo de RSC, a juzgar por los habitantes de la zona, la empresa favorecía a las personas referidas por sus empleados y allegados para ocupar las plazas de su programa de empleo temporal. Para solventar esta “queja”, la empresa decidió celebrar sorteos previamente anunciados para proveer de mayor credibilidad ante la comunidad a su proceso de reclutamiento. Lo primero que pregunté al escuchar tan ocurrente iniciativa fue si guardaban las cédulas tanto de los ganadores como de los demás participantes, pero resultó no ser así. Luego, les expliqué el valor de haber llevado un registro de todas las cédulas.
Sin pretenderlo, a través del sorteo, la empresa había evitado el principal problema de cualquier investigación empírica: el sesgo de selección. Más allá, la empresa había implementado y diseñado una Prueba Aleatoria Controlada, obteniendo así un grupo de control válido contra el cual comparar y evaluar, por ejemplo, la probabilidad de obtener un empelo formal entre los concursantes y algunas otras variables de interés ꟷe.g., ingresos, aseguramiento en salud, entre otrasꟷ. Todo lo anterior cobra mayor relevancia si consideramos la baja incidencia del trabajo formal en las zonas alejadas de los principales centros urbanos.
Entre otras iniciativas interesantísimas, la empresa también desarrolló hace varios años, el primer proyecto en el país, a nuestro entender, que otorgaba una laptop a cada niño en escuelas públicas. El programa no sólo contemplaba la entrega de equipos sino también el acompañamiento para una mejor adopción de la nueva tecnología. Aunque esta iniciativa no conllevó ningún elemento aleatorio, bien pudo contemplarse en su inicio un piloto experimental para evaluar el impacto en el desarrollo cognitivo y otras habilidades en los niños de la zona. Incluso en ausencia del piloto anterior, esta primera referencia hubiese sido un input valioso para el proceso de transformación digital por el que atraviesa el sistema de educación, adelantado de manera forzosa por la pandemia. Para no extenderme más, tras varios años de entregadas las laptops, se habían conformado equipos de estudiantes en las seis escuelas apadrinadas, encargados de adecuar ellos mismos las máquinas defectuosas o desactualizadas, reduciendo de esta forma el costo de mantenimiento para la empresa.
Así como las iniciativas anteriores, existen muchas otras llevadas a cabo por otras empresas en el país con una amplia gama de intervenciones: jornadas de reforestación; remodelación de viviendas, concientización sobre violencia de género, empoderamiento y emprendimiento de la mujer, entre otras, todas ellas acompañadas de sus respectivas estrategias de comunicación y con las mejores intenciones de aportar a la problemática en cuestión, pero, de las que hasta hoy día se desconoce su efecto sobre el grupo que se pretende impactar. Al no haber contemplado una estrategia de evaluación, todas padecen del problema que logró solventar la multinacional inintencionalmente a través del sorteo ꟷel sesgo de selecciónꟷ.
Ahora bien, no todas las iniciativas se prestan para ser evaluadas. Por ejemplo, algunas de estas iniciativas se basan en campañas de comunicación a nivel nacional lo que impide la construcción de un grupo control adecuado. Por otro lado, para poder evaluar una iniciativa con criterio estadístico se requiere de un tamaño de muestra lo suficientemente grande para poder descartar resultados que se deban a pura casualidad. Este tamaño dependerá de qué tan alta sea la incidencia de la variable a impactar, de su variabilidad y del tamaño mínimo del efecto que se quisiera lograr para justificar la iniciativa.[1]
Sin embargo, en algunos casos, la dificultad anterior también puede ser vista como una oportunidad. Sirva la siguiente propuesta como provocación.
Varias instituciones de intermediación financiera han incluido dentro de sus iniciativas de RSC el otorgamiento de becas para carreras universitarias en el país. Es casi seguro que el número de becas otorgadas en un determinado año por una sola de estas instituciones no sea lo suficientemente grande para analizar el impacto de la beca en los beneficiarios, pero si se considerara una estrategia de evaluación a partir de cierto momento, al cabo de varios años, se podría tener una muestra lo suficientemente grande para medir su efecto. Más interesante aún, si las instituciones financieras se unieran para escalar esta iniciativa en conjunto se podría conformar un proyecto de gran impacto social. Y sin temor a sobrevender la idea, podría convertirse en uno de los principales proyectos de evaluación en materia de educación, tanto por su importancia como por la inexistencia de evidencia en el país.
A partir de los datos del último trimestre de la Encuesta Nacional Continua de Fuerza de Trabajo (ENCFT) 2017, estimamos que el ingreso total mensual de una persona con una carrera universitaria es aproximadamente 44% (RD$ 7,680) mayor en promedio que el de una persona que alcanza como máximo el nivel de bachiller, además, tiene una probabilidad 14% mayor en promedio de estar empleado. Un simple cálculo del valor presente de los ingresos adicionales generados durante la vida profesional daría cuenta de la alta rentabilidad de un programa como este. Sin embargo, el ejercicio anterior se quedaría corto pues para ser exhaustivo debería contemplar los retornos no pecuniarios, el aporte al fisco, el acceso a mejores condiciones laborales y las externalidades positivas de un mayor nivel de educación en sentido general.[2][3]
Aún en el escenario de que la evaluación de una iniciativa no sea posible o no concite el suficiente interés o apoyo al interno de la institución, el sólo hecho de pensar en estos términos es un ejercicio conceptual enriquecedor pues implica analizar de manera íntegra la propuesta en cuestión: ¿cuáles son sus objetivos?, ¿a qué grupos va dirigida?, ¿qué y cómo se va a medir?, ¿existe la posibilidad de estimar un efecto causal sobre los beneficiados?, ¿cuáles son los mecanismos que inducen al cambio?ꟷesta última es la más pretenciosa de las preguntas, pero también la más relevanteꟷ.
La RSC representa un nicho inexplorado con un potencial muy valioso en la República Dominicana. En un país donde la evaluación de políticas es prácticamente nula, el aporte del sector privado en este sentido no puede ser mayor y más pertinente. El momento es propicio para empezar a cambiar de paradigma e incluir el componente de evaluación cada vez que la situación lo permita y lo amerite, no sólo aprenderemos sobre el verdadero impacto en la sociedad de este tipo de iniciativas si no que las hará aún más responsables.
[1] Esto ejercicio preliminar se conoce como cálculo de poder y se puede proceder de dos formas: fijando el tamaño de muestra para conocer el efecto mínimo detectable con dicho tamaño de muestra, o fijando el efecto mínimo detectable para entonces inferir que tamaño de muestra se requiere para poder estimarlo.
[2] Para el lector interesado leer “Priceless: The Nonpecuniary Benefits of Schooling”, Phillip Oreopolous y Kjell G. Salvanes, Journal of Economic Perspectives, Vol. 25(1): págs. 159-184.
[3] Las estimaciones fueron obtenidas mediante una regresión tipo Mincer donde en lugar de tener los años de educación como principal regresor, se incluyeron variables dicotómicas para los diferentes niveles de educación. Para cada uno de estos se incluyó una variable para nivel completo e incompleto.